Reconozco algo mío entre este decorado que me es ajeno.
Aún no me las arreglo para ingresar por una de las ventanas pero era tal mi urgencia en llegar que bien lo habría intentado para que nadie aquí dentro tomase nota de mi presencia.
Refugiarme donde el aire huele a mi perfume evitando cruzar palabra. Lanzar los zapatos y entrar a la ducha con la ropa puesta. Eso habría querido.
No poner música y apenas contentarme con el sonido del agua regando mi cuerpo.
Ya inicié suficientes historias con finales inconclusos.
Omitir las despedidas se me ha hecho costumbre. Quizá, podría ser, probablemente sean mis frases de cabecera.
Siento cargar un peso de siglos encima paseando por sitios diversos sin definir mis verdaderos intereses.
Y es que a veces todo y nada me importan un bledo.
Insisto, de una misma no hay cura.
Este miedo no me paraliza ni me apetece ya lanzar todo por la borda como lo he hecho tantas veces. (Otra de mis costumbres.)
Si tuviera a mano una mínima certeza al menos por hoy la abrazaría.
Bah, seguro mañana cambio mi discurso.
Adelantar la noche es tan simple como bajar la cortina.