LA CIUDAD
Érase una vez un hombre que vivía fuera de los muros
de la ciudad... y de esa segregación, deliberada o
impuesta, acabó por hacer un pequeño título de gloria.
Pero no podía evitar (realmente, no lo podía) que en
sus ojos flotara esa niebla melancólica que envuelve
a todo desterrado.
Intentó algunas veces entrar en la ciudad... por mero
instinto de cambio o desasosiego inconsciente. Eligió
siempre las puertas cerradas, si puertas había. Y sí
llegó a creer que había entrado en la ciudad, y quizá
sí, era como si junto a la ciudad real hubiera imágenes
de ella, inconscientes como la sombra que en sus ojos
se iba haciendo cada vez más densa. Y cuando esas
imágenes se desvanecían, ..., los muros de la ciudad
brillaban de nuevo inaccesibles.
De allá dentro llegaban rumores de fiesta. Así se lo
decía, más que los sentidos, la imaginación. Rumores
de vida serían al menos. No la muerte solitaria que es
la contemplación obstinada de la propia sombra. No la
desesperación sorda de la palabra definitiva que se
escapa en el momento en que sería, más que una palabra,
una llave.
Y entonces el hombre bordeaba las largas murallas,
tanteando, en busca de la puerta que, oscuramente,
podía estarle prometida.
...
El hombre no sabía que las ciudades que se rodean de
altos muros (aunque sean blandos y con árboles) no se
toman sin lucha. No sabía el hombre que antes de la
batalla por la conquista de la ciudad tendría que trabar
otra batalla y vencer en ella. Y que en esta primera
lucha tendría que luchar consigo mismo. Nadie sabe nada
de sí antes de la acción en la que tendrá que empeñarse
todo él. No conocemos la fuerza del mar hasta que el mar
no se mueve.
...
Llegó la batalla. Como en los poemas de Homero, también
los dioses entraron en ella. Combatieron a favor y en
contra. Y la lucha duró largos, largos y largos días,
semanas, meses, sin treguas ni reposo, unas veces junto
a las murallas, otras tan lejos de ellas que ni la ciudad
veía ni se sabía ya bien qué premio encontraría al final
del combate. Fué otra forma de desesperación. Hasta que,
un día, el campo de batalla quedó libre y despejado...
Había un gran silencio en la ciudad.
Amerentado aún, el hombre avanzó... y sólo después de
haber entrado quedó habitada la ciudad.
Érase una vez un hombre que vivía fuera de los muros de
la ciudad y la ciudad era él mismo.
(De éste mundo y del otro - José Saramago)
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24 comentarios:
Somos nuestra propia cárcel
Y mira que es difícil escapar de ella
me gustó, pero como soy un amargo me hubiera gustado más si al final no entraba en la ciudad, que es lo que suele pasar, creo. Me siguen recomendando a saramago, pero leí "ensayo sobre la ceguera" hace unos años y lo odié, no sé, probaré con otro?
besos (y a las ordenes, claro)
O sea que ese es el secreto de la vida, encontrar nuestra propia puerta.
Discrepo,no somos nuestra propia carcel,el trabajo es reinventarse despues de cada confusión.
No me gusta mucho Saramago...Tendre que seguir buscandolo?.
besos
menta
En la diversidad está la riqueza y lo creo verdaderamente, podemos disentir y al mismo tiempo convivir amigablemente.
A mi me gusta Saramago, será que entiendo en carne propia lo que en este texto dice, no es mejor el de dentro ni el de fuera, el milagro del abrazo existe.
Además no creo en las casualidades, hoy mismo subí un poema que habla de esto, de lo que digo, no de lo que dice el gran Saramago.
Abrazos querida blueberrie
Impresionante escrito. Se parece a Saint-Exupery "adulto".
Saramago es uno de esos escritores que tengo en cola por mi deuda para con otros de siglos anteriores.
Amo a Saramago.
Ese Saramago es bueno eh!!!
Mucho saludos
érase una vez un hombre, érase un avez una mujer...Yo recomiendo leer Todos Los Nombres, la mejor novbela de amor que haya leido de don José S, abrazos desde el Sur
Hola!
Eres siempre un aporte, me he quedado pensando
un besito
yo cometi el error de haber leido, en la primera oportunidad que tuve para leerlo, el libro las intermitencias de la muerte, el cual me habia resultado un trago un tanto duro de pasar por lo cansador que era. A duras penas lo termine y desde ese entonces odiaba a saramago, pero hoy, despues de leer esto se merece mas que una segunda oportunidad. Gracias blueberrie, un saludo, suerte.
es un gran cuento..no lo he leido y no me habia hacercado a el...buen dato!!!!
..y es así, nosotros construímos nuestras limitaciones.
"...del mar al mar..."
Fernando Delgadillo
la fiesta es dentro, no podemos buscar entrar a otro lado, batalla de por medio, suponiendo que existe una fiesta ahí. uno decide si es feliz o no.
¿El hombre como ciudad? Un pensamiento extraño.Saludos.
Y tampoco sabía el hombre que ciudad tomada no es ciudad vencida, es ciudad liberada.
Tampoco sabía que aquel que la toma tiene el deber de hacerla crecer.
Tampoco sabía que la ciudad no eran los muros ni los edificios que la contituían si no las personas que la llenaban.
Y cuando el hombre supo todo eso fue más feliz que antes y la ciudad se alegró de su bien. Porque en verdad "la ciudad era él mismo"
En lo relativo tiene mucho de cierto. Ahora estoy en Germania y desde aqui te envio un saludo.Aqui no se toma agua es solo cerveza. Hasta la prxima
Volví, niñita, volví...
cómo estás?
Con una gran sonrisa (en realidad me sale un tanto leve); a una no le dicen "niñita" todos los días.
Ni cada treinta días... Ni...
jajaja...primero me ilusioné que se sonriera por mi regreso...pero es verdad, niñita, es verdad...disfrute de su momento.
Así que tu ausencia se debe al mundial? -creí que no te iba el fútbol-
Sabías que la frontera de mi cuerpo era agua/y aprendiste a golpear el agua...
Si, me va, pero no es por el mundial...
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