29.8.07

Mitad de semana, el loqueo del mes que termina; voy y voy de un lado a otro, midiendo cada minuto, gastando el imprescindible; guardando para mi disfrute el excedente de momentitos que pueden asegurarme algo de placer. (Y el poco tiempo que para ello dispongo es lo que los hace más disfrutables)
Jornda de nunca acabar, pero, ¿de qué me quejo? Así lo elegí; en el fondo disfruto de todo esto, aunque a vaces me siento esclavizada y me vienen ganas de mudarme a otro planeta. En otro lugar, sería la misma persona, siempre dispuesta a ocupar mi tiempo haciendo algo que me libere de ser, que me distraiga de pensar si esto vale o no la pena, algo que me permita evadirme de todo aquello que realmente me resulta insoportable.
En otra ciudad, donde fuere, ¿qué podríamos hacer o dejar de hacer para curarnos de nosotros mismos?

20.8.07

Las piedras de la memoria
Las olas del tiempo arrancan y tallan las rocas de los mares. Pacientes, incansables, eternas. Las van puliendo hasta convertirlas en cantos. Los cantos que ruedan en los fondos, que llegan a la playas, que en los días tormentosos y encrespados flamean con las espumas, murmurando a veces, crepitando otras, musicales siempre. Son los cantos que ruedan, los que no callan ni cesan, los cantos rodados, la voz para siempre de los acantilados que han echado a andar.
Una pequeñísima piedrita, un cantito blanquecino que arranqué hace algún tiempo de un calabozo y pude entregárselo a mi hija niña en una visita cuartelera, se convirtió en un hito de sus memoria.
Le conté que -como la historia nos enseña- Pulgarcito, cuando se interna en el bosque y para no perder el camino de regreso a casa, marca su trayecto con migas de pan. Pero se las comen los pajaritos.
Entonces, ya más entendido, la segunda vez que se aventura por la selva, el recorrido lo va marcando con piedritas, y guiándose por ellas logra esta vez regresar a la cocina del pan caliente y la leche humeante.
-De aquellas piedritas solo se conservan tres, hijita. Dos se guardan cuidadosamente bajo campana de cristal en el Museo de Perrault, en Paris. Y esta tercera que yo te entrego llegó a mis manos por fantásticos laberintos de la vida que algún día te contaré.
Desde entonces mi niña durmió con aquel pequeñín canto rodado bajo la almohada, "porque con esa piedrita papá iba a encontrar el camino de regreso a casa."
Y es que los cantos rodados son las piedras de la memoria.
(de Las agujas del tiempo, Mauricio Rosencof)

9.8.07

"Si queremos buscar una cosa, tendremos que levantar las coberturas (o piedras, o nubes, pero digamos, como hipótesis, que son cuberturas) que la ocultan. Ahora bien, yo creo que no valdremos mucho como artista (y, obviamente, como hombre, como gente, como persona) si, hallada por suerte o por trabajo la cosa buscada, no seguimos levantando el resto de las coberturas, apartando piedras, despejando nubes, todas, hasta el fin. Recordemos que la primera cosa puede haber sido puesta allí sólo para distraernos de la segunda"

(De Manual de pintura y caligrafía, José Saramago)

2.8.07

La carta que no se escribe,
el juramento no expresado,
la mirada que no llega de tanto hacerse esperar
¿A dónde va a parar lo que no hacemos?

A un sitio como este
donde siempre hay alguien frente a un vino que no prueba,
alguien que no saluda y alguien
que no espera ese saludo,
una mujer que, por miedo, desactiva su seducción,
un hombre ausente en el momento de decidir.

Convivir con omisiones: un aprendizaje que en conjunto
no significa nada;
pero por separado es un reposo para el que, como todos,
conoce alguna técnica que no sabe usar.

(de Café Bretaña, Santiago Sylvester)

La vida, tan paciente, continúa esperando...